A medida que avanza la pandemia, cada vez hay más evidencia de que el COVID-19 puede causar problemas cognitivos y de salud mental duraderos. Además, una gran parte de los pacientes recuperados informan síntomas que incluyen fatiga, niebla mental, problemas para recordar palabras, trastornos del sueño, ansiedad e incluso trastorno de estrés postraumático meses después de haberse producido la infección.
Los resultados de un nuevo estudio dirigido por especialistas de la Universidad de Cambridge y el Imperial College de Londres mostraron que las secuelas cognitivas de la infección grave por COVID-19 pueden asemejarse a las producidas por el envejecimiento sufrido entre los 50 y 70 años. Además, la investigación encontró que alrededor de una de cada siete personas tuvo síntomas que incluían dificultades cognitivas hasta 12 semanas después del contagio por COVID-19.
Los hallazgos, publicados en la revista eClinicalMedicine, surgen del NIHR COVID-19 BioResource, una base de datos masiva apta para la investigación que los científicos utilizan como fuente para sus análisis. Si bien incluso los casos leves pueden provocar síntomas cognitivos persistentes, entre un tercio y las tres cuartas partes de los pacientes hospitalizados informaron que todavía sufrían síntomas cognitivos entre tres y seis meses después del contagio.
Para explorar este vínculo con mayor detalle, los investigadores analizaron datos de 46 personas que recibieron atención hospitalaria en la unidad de cuidados intensivos por COVID-19 en el Addenbrooke’s Hospital, de la Fundación de la Universidad de Cambridge. De ellos, 16 pacientes recibieron ventilación mecánica durante su internación en el hospital. Todos fueron admitidos entre marzo y julio de 2020.
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Los participantes se sometieron a pruebas cognitivas computarizadas detalladas cada seis meses en promedio después de su enfermedad aguda. Para ello los especialistas utilizaron la plataforma Cognitron que mide diferentes aspectos de las facultades mentales como la memoria, la atención y el razonamiento. También se evaluaron escalas de ansiedad, depresión y trastorno de estrés postraumático.
Quienes cursaron la infección por COVID-19 grave fueron menos precisos y tuvieron tiempos de respuesta más lentos que la población de control, y estos déficits aún eran detectables cuando los pacientes estaban en seguimiento seis meses después. Los efectos fueron más fuertes para aquellos que requirieron ventilación mecánica.
Al comparar a los pacientes con 66.008 miembros del público en general, los investigadores estimaron que la magnitud de la pérdida cognitiva fue similar en promedio a la que se produce con un envejecimiento de 20 años, entre los 50 y los 70 años, y que esto equivale a perder 10 puntos de coeficiente intelectual.
Los sobrevivientes obtuvieron puntajes particularmente bajos en tareas como el razonamiento analógico verbal, un hallazgo que respalda el problema comúnmente informado de la dificultad para encontrar palabras. También mostraron una velocidad menor de procesamiento intelectual.
David Menon de la división de Anestesia de la Universidad de Cambridge y autor principal del estudio, señaló que: “el daño cognitivo es común a una amplia gama de trastornos neurológicos, incluida la demencia e incluso el envejecimiento habitual, pero los patrones que vimos, el deterioro cognitivo como huella digital de COVID-19 era distinta de todas las anteriores”.
(Infobae)